Via Appia antica

 
 
 

Introducción

En ocasiones es difícil explicar cómo de importante es una infraestructura que a priori parece simple. De hecho el gran dominio romano muy por encima de otras tribus, polis o imperios residió en la visión global y la practicidad de sus edificaciones. 
Bien por la espectacularidad de los acueductos o por la belleza intrínseca de anfiteatros o termas, las vías han quedado relegadas a un injusto plano secundario cuando realmente son las artífices de los dos grandes logros romanos, por un lado las provincias conquistadas dejaban de ser poblaciones aisladas y por otro el ejército disponía de vías rápidas para el abastecimiento de alimentos, armas y tropas. 
A pesar de que fueron muchas las vías que fueron construidas durante el imperio, me centraré en una de ellas que a mi parecer resume de manera especial el éxito de ese núcleo tribal convertido en potencia, la vía Appia antica.
 

Remontándonos a los orígenes

En el apartado sobre la época monárquica romana ya hice referencia sobre cómo cada regente sentó las bases de lo que luego sería la gran urbe, el drenaje del pantano que ahora ocupa el Foro, la construcción de la Cloaca Máxima o la organización social, política y religiosa fueron los ejes principales en los que posteriormente y con modificaciones se asentaría esa nueva república. Pero esos siglos posteriores no fueron en ningún caso ni tranquilos ni mucho menos pacíficos, a las pequeñas poblaciones rurales sin capacidad militar ni ambición para la conquista les fue muy difícil contener a las tribus más poderosas de la península itálica y ciertamente existían algunas que ya habían mostrado su capacidad bélica o habían destacado por encima de otras, una de ellas fueron los samnitas. 
En realidad, los samnitas era la unión necesaria de diferentes tribus que ocupaban la parte central de la península pero que disponían de un control ventajoso sobre las dos costas. Su territorio era muy extenso, sería desde los Montes Marsicanos hasta aproximarse a lo que hoy sería la ciudad de Potenza, es decir más de 250 Km en línea recta. Ese control tan productivo fue mirado de reojo por los romanos, cada vez más interesados en hacer una expansión hacia el Sur. La alianza de Roma con Capua por la cual esta última solicitaba el "deditio" para liberarse del control samnita fue el detonante que encontraron ambos para iniciar un periodo bélico, conocido como guerras samitas y que duró 53 años.
No voy a entrar al detalle en la confrontación de ambos pero sí que es importante entender que de alguna forma este conflicto fue el que propició la construcción de la calzada. 
 
El problema principal de la expansión romana del sur, se llamaba Pantanos Pontinos. Esta zona quedaba justo en la intersección de Roma con la ciudad de Capua por lo que los romanos debían atravesarla, pero a diferencia de lo que pudiera parecer la zona pantanosa ocupaba una gran extensión de terreno marcada en el siguiente mapa de situación.
 
 
Ese extenso humedal era una auténtica tortura, primero por las infecciones de malaria que causaba continuas bajas entre las tropas pero también por la dificultad de sortearla. Durante ese medio siglo de enfrentamientos, en los que ambas facciones gozaban de victorias y derrotas a partes iguales, los romanos vieron una oportunidad única a través de la construcción de la Vía Appia, una carretera que partiría desde la propia ciudad y que llegaría hasta la urbe de Capua, cruzando a través de una calzada elevada de 30 Km la zona pantanosa. La construcción del acueducto por el censor Apio Claudio y la finalización de la vía permitió que se desarrollaran las poblaciones adyacentes al itinerario viario y por otro lado garantizaron suministros básicos y relevos en tiempo récord. Podríamos decir sin dudarlo, que parte del éxito de las tropas del Lacio y por tanto de la ciudad de Roma frente a sus oponentes fue esa vía.
 
Efectivamente, tras décadas de enfrentamientos, los latinos lograron imponer su fuerza a etruscos o samnitas y a pesar de las numerosas alianzas de los enemigos de Roma en un frente común y homogéneo que intentara contenerlos, la épica romana había comenzado a escribirse para no volver atrás. 
Roma había llegado al Sur y con esa victoria había logrado controlar no sólo el centro de la Península sino las dos costas. La ampliación de la vía Appia hasta el puerto de Brindisium supondría el desarrollo económico que lo convertiría en la gran potencia del mediterráneo, era el s.III a.C.
 
 
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Con la Vía Appia, los romanos entendieron que si querían avanzar territorialmente, debían ampliar la red de calzadas en un camino progresivo y sin pausa que unificara fácilmente los núcleos de población. ¡Y vaya si aprendieron y de qué forma!
 

Algo más que una calzada

 
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Esa originaria vía Appia no siguió totalmente los patrones de construcción por las que luego serían conocidas las calzadas romanas pero fue tremendamente efectiva y sirvió para mejorar su técnica. Lo que es importante dejar claro es que a pesar de que mucha gente piense que esas antiguas carreteras eran de losas empedradas, rugosas y en relieve nada más lejos de la realidad. Existe esa percepción por el estado actual pero los romanos no podían tener sus vías sin que éstas fueran lo más lisas posibles entre otras cosas por los estudios que tenemos en relación a las cargas de mercancías de los carros que producirían una rotura de los ejes de las ruedas.  Las vías eran lisas, con elevación, drenaje de aguas, y disponían de señales indicativas y de tráfico así como de áreas de servicio a través de las llamadas mansio.
 
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Imagen Elisabeth283 Pixabay
 
Actualmente se puede disfrutar de un precioso paseo por la via Appia Antica, saliendo desde el Foro en dirección a las Termas de Caracalla y siguiendo casi una línea recta, pero lo más interesante de este camino es lo que hallaremos en él, tesoros de un valor incalculable en forma de mausoleos o lápidas.
Debemos pensar que la urbe de Roma era sagrada, de la misma forma que las legiones no podían entrar armadas con menos razón dejaría enterrar a sus muertos dentro de ella, a no ser que tu relevancia y cargo permitiera hacer una excepción. Un cuerpo sin vida era impuro y por tanto debía hallar sepultura y descanso fuera de las murallas. Aunque al principio, gente con escasos recursos construyó pequeñas casas a las afueras de la ciudad, la proliferación de los enterramientos a medida que la ciudad crecía, obligó a que se desplazaran. Para haceros una idea de cómo se vería la vía Appia saliendo de Roma tenéis la siguiente ilustración:
 
 
Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=171692
 
Efectivamente, la calzada se completó a lado y lado con espectaculares mausoleos, columnas, efigies, nichos familiares, etc...que a arqueólogos e historiadores les han nutrido de valiosísima información. Los romanos no sólo indicaban el nombre de quién o quiénes lo moraban sino que ofrecían información adicional sobre la edad, los cargos públicos, su estatus, las condiciones en las que perdió la vida e incluso el sector profesional que ocupó.  Gracias a esto hemos podido conocer como algunas puellas (niñas) de 7 años fallecían estando ya comprometidas o aspectos interesantes como las relaciones familiares con los libertos o esclavos de la familia o las características que se valoraban de la esposa, el esposo o los hijos.
 
Imagen Dolcevia Pixabay
 
Y cómo no podía ser de otra forma, dependiendo de tu morada en la muerte así se veía tu huella en vida. La apariencia o la proyección social era básica incluso en estos casos, por eso no es de extrañar encontrar mensajes grabados en piedra señalando quién procedió a su construcción y la procedencia del dinero utilizado.
 
Imagen Dolcevia Pixabay
 
Las modas también sucumbieron al arte funerario hasta el punto que la pirámide de Cestio, mostró la proliferación de gustos más orientalizados o al contrario como en el caso del Mausoleo de Cecilia Metela se ejemplificó la vuelta a los antiguos valores instigados durante el gobierno de Augusto.
 
 
 
Concluiré haciendo una reflexión necesaria para hacer especial hincapié en la necesidad de poner en valor los aspectos menos conocidos o menos atractivos del mundo antiguo. Las infraestructuras originales sirvieron para forjar una manera de entender el mundo, la globalización o la expansión territorial pero sobre todo unificó y facilitó la integración de los nuevos miembros al imperio. Los acueductos, las vías, las termas o los edificios dedicados al ocio permitieron incrementar en cuestión de poco tiempo la percepción de pertenencia social que generaba un orgullo colectivo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Imagen Dolcevia Pixabay

 

 

 

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