Corona de laurel

introducción

En todo símbolo existe un origen simple, místico, un enlace conductor en el que el elemento toma fuerza con el devenir de los siglos y a pesar de todo ello su poder sigue siendo algo magnético, una atracción extraña por algo tan común, tan mediterráneo, tan nuestro...
 
La mitología griega está repleta de símbolos naturales, de hecho la propia concepción del protectorado de Atenas viene dado por el regalo que Atenea dio a los hombres y que ganó al presente del propio Poseidón, la Diosa hizo crecer un olivo, y los hombres fascinados con lo que el árbol les proporcionaba le ofrecieron la victoria y con ella el que fuera su nombre por el que se conociera a la polis.
En el caso del laurel, el mito es una mezcla de romanticismo y tragedia, como casi todo lo griego. Eros estaba molesto con Apolo pues este último siempre se mofaba de él  y de sus cantos, en venganza Eros clavó sobre él su flecha de amor mientras que a Dafne, una ninfa a la que Apolo amaba, le clavó la contraria, la que haría detestarle. Apolo persiguió a Dafne mientras ésta huía despavorida y Dafne desesperada por el acoso sistemático de su amante pidió la ayuda de su padre que la convirtió en laurel. Desde entonces el laurel como elemento natural estuvo relacionado con Apolo. 
 
Este Dios, era el protector principalmente de las artes y la música, por lo tanto cuando se quería premiar el talento en la poesía, en la tragedia o en cualquier disciplina artística se le ofrecía al vencedor una corona de laurel, esto fue ampliado al campo del Deporte posteriormente sustituyendo a la de olivo y así hasta nuestros días y por tanto los romanos lo asimilaron en su momento a su propia cultura. 
El laurel simboliza la excelencia pero también la victoria, esa dualidad es contrastable en esculturas y pinturas murales pero sobre todo se convirtió en el elemento que simbolizaba el poder del triunfo, en la excepción sobre la generalidad, en el éxito.
 
 
Los éxitos militares romanos fueron galardonados con esta clase de coronas que para hacerlas más distintivas y duraderas pasaron a forjarse en nobles metales como el oro, pero siempre reproduciendo artesanalmente la forma de sus hojas. Así pervive aun hoy, el concepto de la etimología de la propia palabra para adjetivos como "laureados", siendo estos los premiados por éxitos notables, y siendo también en la actualidad el símbolo de la victoria para disciplinas deportivas como el ciclismo o deportes del motor.
 
 
El laurel pasó de ser un elemento natural común y corriente a un símbolo de grandeza. Emperadores, reyes, escudos, banderas, medallas honoríficas, siguen portando sus sencillas hojas pero representan el honor, el sacrificio y el esfuerzo que visionamos tras el éxito. No debemos confundir esta corona laureada con la cívica o la gramínea, pues estas últimas estaban reservadas para quienes salvaban la vida de uno o varios hombres o bien las de todo un ejército y a pesar que la connotación parece la misma, no lo es, vendría a ser la misma distinción que se hace con las medallas militares otorgadas al valor y que dependerán según la importancia de su acción o rango.
 
Cuando alguna vez veáis a vuestro atleta favorito portando una corona, recordad que reproducís a vuestros ancestros por más de 2 milenios.
 
Mireia Gallego
Septiembre 2020

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